Mucho se ha escrito de Pompeya, aquella ciudad que fue
sepultada por la furia de la naturaleza que provenía de un volcán. Hoy tenemos
otro caso.
Calles en ruinas o escaleras que ya no conducen a ningún
lugar. El pueblo de Epecuén (Argentina) era famoso por su lago, y sus aguas salinas eran un
reclamo en toda la zona. Pero un día, el lago se desbordó y toda las casas del
pueblo quedaron sumergidas. Ahora, 28 años después, el agua ha cedido terreno,
y los árboles han quedado inmortalizados por la sal y las ruinas parecen
teñidas de blanco. En medio de este paisaje extraño y apocalíptico, el pueblo
se ha convertido en una atracción turística para la gente. Todos aquellos que
se marcharon y cuya memoria quedó en el olvido, ven de nuevo como sus recuerdos
salen a flote.
Unas fotos de tal acontecimiento:
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